Por VALERIA SCHAPIRA
"Nos vemos antes de Año Nuevo sí o sí", me conminó una amiga por teléfono. Mi celular colapsó por la profusión de mensajitos de texto. Mi casilla de mail superó su capacidad y empezaron a rebotar los correos.
En el shopping me sepultaron brazos ávidos de revolver lo poco que quedaba en los percheros. Ni hablar del "happy hour" de compras. Ni pisé. Temi quedar como dibujo animado bajo la avalancha de humanoides desquiciados, en procura de lo que se les antojaba el último regalo de sus vidas.
Faltan pocos días y, a Dios gracias, termina la presión. No es que me disguste la "profusión de afecto" de fin de año. Ni los regalos. Todo lo contrario. Pero... ¿por qué solo una semana al año? Aunque no muchos parezcan tomar conciencia, después de las fiestas, la vida continúa.
Habrá aún tiempo para cafecitos, para saludar a los amigos, para comprarse una pilcha y visitar a la abuela.¨Para vivir la vida con amabilidad y decir "te quiero". Para acordarse que el compañero de trabajo también tiene problemas.
Para darle un beso a alguien y escuchar sus cuitas. Para saber que la gente no se usa y se tira, según la necesidad del momento. Para entender que, aunque no lo diga, el de al lado muchas veces tiene un infierno adentro.
Levanto mi copa para que esa energía siga latiendo en el 2008. Porque después del champagne y los regalos, la vida continúa. Y seguro que el resto del año nos necesitaremos más que en diciembre.
Levanto mi copa para que esa energía siga latiendo en el 2008. Porque después del champagne y los regalos, la vida continúa. Y seguro que el resto del año nos necesitaremos más que en diciembre.
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